Reseña: Sputnik, mi amor; de Haruki Murakami

«Perdidos en la inmensa metrópoli de Tokio, tres personas se buscan desesperadamente intentando romper el eterno viaje circular de la soledad, un viaje parecido al de la perrita Laika, que desde el satélite ruso Sputnik, mientras daba incansables vueltas alrededor de la Tierra, dirigía su mirada atónita hacia el espacio infinito. El narrador, un joven profesor de primaria, está enamorado de Sumire, a quien conoció en la universidad. Pero Sumire tiene una única obsesión: ser novelista; además se considera la última rebelde, viste como un muchacho, fuma como un carretero y rechaza toda convención moral. Un buen día, en una boda, Sumire conoce a Myû, una mujer casada de mediana edad tan hermosa como enigmática, y se enamora apasionadamente de ella. Myû contrata a Sumire como secretaria y juntas emprenden un viaje de negocios por Europa tras el que nada volverá a ser como antes».

Haruki Murakami nació en Kioto en 1949, pero vivió la mayor parte de su juventud en Kobe. Su
padre era hijo de un sacerdote budista, y su madre de un comerciante. Ambos enseñaban literatura japonesa. Murakami estudió literatura y teatro griegos en la Universidad de Waseda. Ha traducido al japonés autores como Fitzgerald, John Irving, Carver o Salinger. Su obra subyugante, imaginativa y lírica es ya una referencia ineludible de la literatura mundial.

A comienzos de este año había leído su best-seller Tokio Blues y me gustó mucho, así que quería repetir. Pero Sputnik, mi amor me ha gustado incluso más y ahora puedo considerarlo como uno de mis libros favoritos.

El estilo de Murakami es tan característico que al principio de la novela pensaba que me estaba contando la misma historia que Tokio Blues pero con otros personajes y otra trama. Pero no podía estar más equivocada. Sin duda, hay puntos en común además de su prosa, como los narradores masculinos y solitarios. Incluso en Sumire vi un pequeño guiño a otro personaje protagonista femenino de Tokio Blues, Midori. Ambas son poco femeninas, fuman mucho y sus nombres significan colores —violeta y verde, respectivamente—. Pero Sputnik, mi amor te cuenta una historia completamente nueva y te transmite sensaciones completamente distintas, aunque la nostalgia y la soledad siempre estén presentes en Murakami.

A pesar de ver la historia a través de sus ojos, el narrador es un personaje secundario; la verdadera protagonista es Sumire. De hecho, en ningún momento llegamos a conocer el nombre del narrador, y esta puede ser una estrategia de Murakami para que no nos centremos en él.

Los temas principales de la novela son la soledad, la atracción, la existencia y la frontera entre la realidad y los sueños. Me ha gustado mucho también que la protagonista sea lesbiana, porque hay pocos libros en los que podamos encontrar protagonistas lgtb. Y a partir de la mitad de la novela, se van introduciendo cada vez más elementos surrealistas.

«Tumbada en el prado, con los ojos fijos en el cielo, veo cómo pasan las nubes. A ellas confío mi suerte. Me abandono en secreto al olor de la hierba lozana, al susurro del viento. Ha dejado de importarme, incluso, la diferencia entre lo que sé y lo que no sé».

La literatura asiática es sugerente e intuitiva, te presenta una historia en la oscuridad con la única luz de la llama titilante de una vela, y por ello debemos ser nosotros los que, activamente, nos esforcemos por desentrañar todos los secretos que se esconden en la penumbra. Creo que eso es lo que hace que a no pocas personas no les guste leer este tipo de novelas, porque en Occidente estamos acostumbrados a una lectura más pasiva y masticada.

Recomiendo muchísimo esta novela, aunque si nunca habéis leído a Murakami considero que es mejor empezar por Tokio Blues. Es una novela también muy bonita, pero no tiene el surrealismo que podemos encontrar en Sputnik, mi amor, que puede dificultar un poco el acercamiento al autor.

¿Vosotros habéis leído esta novela? Si es así, ¿qué opináis del final? ¡Dejádmelo en los comentarios!